Rumania a través de la película “Toni Erdmann”

Se acaban de publicar las películas candidatas a los premios Óscar 2017, y en el apartado de mejor película extranjera compiten cinco películas. Una de ellas es Toni Erdmann, un largometraje alemán que transcurre en su casi totalidad en Rumania. A partir de aquí, spoilers sobre la película.

La película es una producción alemana, de 2016, dirigida por la cineasta Maren Ade. Dura 162 minutos, y la mayor parte de la historia transcurre en Rumania. El casting es mayoritariamente alemán, con algunos actores rumanos consolidados como el casi omnipresente Vlad Ivanov, y otros menos conocidos como Ingrid Bisu, Cosmin Padureanu, Radu Branzaru o Miriam Rizea.

Toni Erdmann es la historia de un padre y una hija que apenas tienen relación. El padre vive y trabaja en Alemania, mientras que la hija lleva un año viviendo en Bucarest, trabajando para una consultora alemana. La película se inicia en Alemania, pero la acción enseguida se traslada a Bucarest, hasta donde se desplaza el padre para hacerle una visita sorpresa a su hija. Y hasta el final de la película, vemos unas dos horas de acción que pasan íntegramente en Bucarest, con una pequeña escapada a provincias.

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La Rumania que vemos en Toni Erdmann es aquella que suponemos ven (y buscan) los expatriados. El apartamento en el que vive la hija es idéntico a muchos apartamentos de Europa Occidental, los clubs nocturnos y los hoteles de cinco estrellas a los que la protagonista acude podrían situarse en París o Londres. En definitiva, la película muestra cómo los expatriados acaban eligiendo la uniformidad de unos espacios similares a los de cualquier capital del mundo, sin mezclarse apenas con la población local, con la que solamente tienen contacto bien porque son sus subordinados en el trabajo, bien porque son los camareros o recepcionistas que les atienden.

Parte de este discurso incómodo se observa cuando Ines, la hija, tiene que convencer a su padre a que le acompañe al AFI Mall Cotroceni, el mayor centro comercial de Bucarest: “En realidad es más interesante y más rumano que el Palacio de Ceausescu. Es el mayor centro comercial de Europa y nadie tiene dinero para comprar nada”. El problema ya no es la falta de integración de la protagonista en el ambiente rumano que la rodea, sino que ella va un paso más allá y directamente lo desprecia antes de intentar conocerlo y comprenderlo.

El Bucarest que vemos en la película siempre parece estar lejos de los personajes principales, se observa siempre desde la distancia: las vistas desde el apartamento o desde las ventanas de las salas de reuniones (en una toma, tras una reunión de trabajo, la protagonista se queda mirando una chabola en la que unos niños gitanos juegan con un carrito de bebé), o a través de los cristales de los coches que usan los protagonistas: los taxis, la limusina del jefe, el coche de empresa con conductor. En muchos momentos uno se queda con la impresión de que la acción no tiene lugar en Bucarest, sino en una gran ciudad indeterminada.

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En cambio, Rumania aparece de lleno cuando el padre y la hija tienen que salir a provincias a visitar al dueño de una empresa local. En un momento anterior se menciona que dicha empresa está en Buzau, aunque en las imágenes no queda claro de que pueda tratarse de dicha localidad. Lo que sí se observa son los rasgos inconfundibles del paisaje periférico rumano: carreteras en mal estado, vallas hechas con muchos materiales y con formas y alturas distintas, casas de madera, fábricas semiderruidas, caminos de tierra, gente andando por la carretera debido a la ausencia de aceras, y todo ello enmarcado en medio de una naturaleza verde, salvaje y agreste, que se mete por todas partes y todo lo llena.

Toni Erdmann es una película diferente, que te tiene en constante alerta porque no sabes a dónde te va a llevar. Tiene algunos gags realmente graciosos, al tiempo que te va planteando cuestiones más profundas como las dificultades de las relaciones entre padres e hijos, el complicado balance entre la vida laboral y vida privada, o la finalidad de la existencia. Una película muy recomendable, en la que infelizmente Bucarest o Rumania apenas dejan huella.

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